28 febrero, 2007

El hombre de negocios

"Un hombre de negocios habitaba el cuarto planeta. Tan ocupado estaba que no levantó su mirada ni aún ante la llegada del principito.
-Buenos días -saludó éste- Su cigarrillo está apagado.
-Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, veintidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. ¡Uf! Da un total de quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.
-¿Quinientos millones de qué?
-¡Eh! ¿Todavía permaneces allí? Quinientos un millones de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con tonterías. Dos y cinco, siete...
-¿Quinientos millones de qué? -inquirió nuevamente el principito, que jamás olvidaba una pregunta una vez formulada.

El señor de negocios levantó la cabeza: -Hace cincuenta y cuatro años que vivo en este planeta, y sólo tres veces me han molestado. Hace veintidós años fue la primera, cuando un abejorro cayó Dios sabe de dónde. Fue tan estrepitoso el ruido que produjo al caer, que cometí cuatro errores en una suma. Hace once años fue la segunda a causa de un ataque de reumatismo. Debo hacer ejercicios, pero no tengo tiempo para moverme. Soy serio. La tercera vez... ¡Hela aquí! Decía, quinientos un millones...
-¿Millones de qué?
El hombre de negocios había comprendido que no había ya esperanza de tranquilidad alguna.
-Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo.
-¿Moscas?
-¡Oh, no! Cositas que brillan.
-¿Abejas?
-¡Pero no! Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! y no tengo tiempo para perder.
-¡Ah! ¿Estrellas?
-Eso es. Estrellas.
-¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?
-Quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno. Yo soy serio y preciso.
-Dime, ¿qué haces con esas estrellas?.
-¿Cómo qué hago? Nada, las poseo.
-¿Posees las estrellas?
-Efectivamente.
-He visto un rey que...
-Escucha: los reyes no poseen, "reinan" que es bien distinto.
-¿Y para qué te sirve poseer estrellas?
-Gracias a ello soy rico.
-¿Y para qué te sirve ser rico?
-Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.
Mientras tanto el principito iba pensando que este hombre, razona un poco como el ebrio. Siguió preguntando;
-¿Cómo puede un hombre poseer estrellas?
-¿De quién son? -replicó, hosco, el hombre de negocios.
-No sé. De nadie.
-Pues entonces... son mías por ser el primero en haberlo pensado.
-¿Y con eso basta?
-¡Pues claro!. Cuando encuentras un diamante que no es de nadie, es tuyo. Cuando encuentras una isla que no es de nadie, es tuya. Cuando eres el primero en tener una idea, la haces patentar: es tuya. Yo poseo las estrellas porque jamás, nadie antes que yo, soñó con poseerlas.
-Es verdad -dijo el principito- ¿Y qué haces tú con las estrellas?
-Las administro. Las cuento y recuento -contestó el hombre de negocios-. Es bastante difícil, pero como dije, ¡soy un hombre serio!
El principito aún no se daba por satisfecho.
-Yo, si poseo un pañuelo, puedo abrigar con él mi cuello y llevarlo conmigo a donde vaya. Si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. En cambio tú, no puede cortar las estrellas!
-No, pero puedo depositarlas en el banco.
-¿Y eso qué quiere decir?
-Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de estrellas que poseo, cierro el papelito y lo pongo bajo llave en un cajón.
-¿Eso es todo?
-Es suficiente.
Es divertido y bastante poético, pero... no es serio -pensó el principito-, que sobre cosas serias tenía un concepto bien distinto del de las personas grandes.
-Yo -dirigiéndose al señor- poseo una flor a la que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas, aunque uno de los tres está extinguido. Nunca se sabe. Tanto para mis volcanes como para mi flor, es útil que yo los posea. En cambio tú... no eres útil a las estrellas.
El hombre de negocios hizo el ademán de responder pero no encontró palabras para ello. El principito se fue. Decididamente las personas grandes -se decía para sí- son enteramente extraordinarias." Antoine de Saint-Exupéry -
El Principito , Cápitulo XIII (1943)

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18 febrero, 2007

Breve historia ideológica militar de EEUU

Extraido del documental Bowling for Columbine.

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16 febrero, 2007

¿Existen vacas que siempre dan leche?

Cuando se los separa de sus madres tan sólo algunos días después de su nacimiento, se los encadena en establos de sólo 22 pulgadas de ancho con pisos de listones que les causa severos dolores en las patas y en las articulaciones. Dado que la leche de su madre es utilizada para el consumo humano, se los alimenta con un sustituto de la leche que contiene hormonas, pero carece de hierro. Esto les produce una anemia que mantiene su carne tierna y de un color pálido, como le gusta a TU paladar.P: Buenos días, no soy alumno de su universidad, tan sólo quisiera hacerle una pregunta si me permite, tal vez la considere una tontería pero le agradecería enormemente que me aportara alguna información sobre el tema pues estoy bastante confundido. ¿Una vaca produce siempre leche o para que ésta la genere es necesario siempre que haya sido fecundada? Muchísimas gracias.

R: Para que una hembra mamífera de leche es preciso que haya sido fecundada, haya completado la gestación y, por tanto, haya parido. La diferencia entre especies está en que algunas de ellas tienen muchas dificultades para salir nuevamente en celo y quedar gestantes mientras dura la lactación. Otras, en cambio, como la vaca, puede salir en celo algunas semanas después del parto y, si queda gestante, coinciden la lactación consecuencia del parto anterior con la gestación de un nuevo ternero. Espero haber resuelto tus dudas.

Antonio Callejo Ramos
Profesor titular del Dto. de Producción Animal de la E.U.I.T. Agrícola
Universidad Politécnica de Madrid.

Cosas que no te cuentan sobre la leche y los lácteos (haztevegetariano.com)

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13 febrero, 2007

Liberación animal

11 febrero, 2007

Los jardines de la locura

Una vez más paseaba por aquellos jardines, rayos de sol se colaban entre las hojas de los árboles y el aire acariciaba los rostros, era paradógico que trás los muros de un psiquiátrico hubiese encontrado la paz, la idea del suicidio ya no era un opción para él desde el otoño pasado, ahora su tiempo se acababa, estaba a falta de una semana para ser expulsado al exterior, a la vida normal. El personal del centro tenía tanta confianza en su recuperación emocional que todas las mañanas le dejaban leer el periódico de noticias. Como siempre, accedió directamente a la sección de sucesos, quedó perplejo, el Dr.Bramonte, el mismo hombre que le trató y envió a aquel lugar, había asesinado a su exmujer a pesar de la orden de alejamiento que llevaba cumpliendo desde hacía años, "nunca superó la separación" -declaraba un amigo a la prensa- "estaba obsesionado, sobretodo desde que su exmujer había comenzado otra relación sentimental, los celos le enfermaron, los celos le hicieron perder la razón." -sentenciaba- la sombra de un amor acabó en veintidos puñaladas. Ahora el Dr.Bramonte dormía en el interior de una caja de pino, parece ser que después de la carnicería, aprovechando los altos niveles de adrenalina del momento, saltó al vacío desde un sexto piso, tal vez con la intención de sellar sus oídos para siempre... Trás leer la noticia quedó pensativo mirando a la nada, conocía la mente suicida, más aún cuando él había intentado suicidarse precisamente por un desamor que le tuvo sumergido en la locura, pero no lograba comprender el por qué de asesinar antes del suicidio a la persona que supuestamente se ama, con el agravante de que quien había cometido el crimen era un respetadísimo doctor en psiquiatría. Nunca se sabe más sobre alguien que sobre uno mismo -pensó-. Cerró el periódico y siguió paseando por los jardines, iba a echarlos de menos, sabía lo que le esperaba fuera.

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01 febrero, 2007

¿Cuántas vidas para un abrigo?